En medio del duelo verbal que protagonizan Javier Milei y Nicolás Maduro, en el Gobierno apenas ocultan su preocupación sobre la situación física y el futuro de los seis venezolanos asilados en la embajada argentina en Caracas.
Maduro nunca aceptó concederles el salvoconducto que le viene pidiendo la Argentina y, por el contrario, sus funcionarios los consideran “terroristas” que realizan “acciones políticas” desde la sede argentina, que se levanta en el barrio caraqueño Las Mercedes.
La preocupación creció este lunes aunque desde el Gobierno transmiten que la sede está «tranquila» y «resguardada». Pero cinco de ellos son estrechos colaboradores de la líder venezolana María Corina Machado, a quien le han transmitido desde Buenos Aires que tiene las puertas abiertas de la residencia y de Argentina si se ve en peligro como ahora. Ocurre que este lunes, luego de que Nicolas Maduro se autoproclamara reelecto presidente sin mostrar las actas y las pruebas de su triunfo, el Ministerio Público Fiscal chavista acusó Machado de participar de un ataque contra el sistema de conteo de votos.
Asilados venezolanos en la residencia argentina en CaracasLa canciller Diana Mondino y su vice Leopoldo Sahores, siguen el minuto a minuto de la situación con el encargado de negocios en Venezuela, Andrés Mangiarotti, quien tiene a su cargo a los seis asilados de Argentina en Caracas: Magalí Meda, la jefa de campaña de Machado; Claudia Macero, la jefa de prensa de la líder opositora y Pedro Urruchurtu, a cargo de las relaciones internacionales. También Humberto Villalobos, muy estrecho de este grupo; a Omar Gonzalez, ex gobernador por Vente Venezuela y Fernando Martínez Mottola, que no responde a Machado pero es una figura importante de la oposición. El sábado, en la previa a las elecciones, Sahores volvió a exigir el salvoconducto a las autoridades venezolanas.
La inquietud del gobierno de Milei creció también ante las versiones de que al Presidente no le importaría “romper toda relación con el dictador” mientras que otras áreas de su administración aconsejan al Ejecutivo no ir tan lejos para no desproteger, por un lado, a los seis asilados en la sede argentina y, por el otro, a los 220.000 venezolanos que viven en la Argentina. Son parte de una diáspora de más de siete millones de personas expulsadas por la dictadura chavista, en el poder hace 25 años. Necesitan sus respectivas embajadas para tramites propios y de los que puedan querer venir a futuro.
El lunes en la madrugada, tras el anuncio del régimen de que Maduro le ganaba por 51.20% a Edmundo González Urrutia -el candidato de la proscrita Corina Machado- Milei tuiteó: “Dictador Maduro, afuera”. Maduro le dijo de todo: “basura”, «cobarde’, “feo”, “monstruo”, lo retó a “round” y su canciller Yvan Gil, tildó al libertario de “nazi nauseabundo”. El Presidente publicó este lunes un mensaje a los venezolanos por Tik Tok, en el que los arengó a que «sigan luchando» contra la dictadura.
Argentina participó de varios comunicados en estas horas con otros siete países exigiendo transparencia electoral. Este lunes, después del mediodía se anunció formalmente que se desconocerá el resultado electoral informado por el chavismo. Mangiarotti recibió instrucciones de no asistir a la convocatoria de Maduro a su proclamación formal como presidente este lunes por parte del Consejo Nacional Electoral (CNE), que sí reconocieron potencias como China, Rusia, Turquía y por como Bolivia, Cuba, Nicaragua.
Bullrich, la embajadora venezolana y las embajadas
El domingo la ministra Patricia Bullrich hizo una alusión directa a los asilados. “Que no se les ocurra, que no se les corra”, dijo ante las versiones que daban cuenta de la intención del régimen de entrar a la residencia argentina en Caracas. Para entonces Bullrich anunciaba que al régimen le quedaba una hora y media, lo que no fue así. Maduro se autoproclamó ganador hora después.
La funcionaria habló durante su paso por la Plaza Seeber, en Palermo, donde coincidió con la canciller Diana Mondino y otros dirigentes afines al Gobierno, que fueron a apoyar la manifestación de los venezolanos residentes en la Argentina la mayoría opositora.
Imagen de la sede argentina en Caracas, conducida por el encargado de negocios, el diplomático Andrés MangiarottiEste lunes, la embajadora chavista en la Argentina Stella Lugo -en Caracas en cambio, el Gobierno mantiene como máxima autoridad a Magiarotti bajo la figura de encargado de negocios- le contestó a Bullrich y la acusó de de tomar «acciones injerencistas de asedio» a la sede diplomática. «Viola los convenios internacionales e incita al odio y a la violencia. La hago responsable de cualquier agresión contra nuestra embajada, nuestro personal diplomático, local y de los integrantes de las mesas electorales que aún se encuentran en la embajada», expresó.
Pero la ministra no estuvo allí sino que, por el contrario, hubo Policía de la Ciudad de Buenos Aires protegiendo la sede de los enfrentamientos entre oposición y chavistas, que se vieron más tarde. El ministro de Defensa, Luis Petri, sí estuvo en la sede de la embajada, ubicada sobre la avenida Luis María Campos.
En una situación normal, Lugo podría ser expulsada por decir lo que dijo, pero en el Gobierno no sostenían esa versión.
Clarín sabe que si bien, la dictadura no le iba a dejar a Bullrich enviar Gendarmes a cuidar la sede argentina en Caracas como se evaluó cuando los disidentes entraron el 20 de marzo a la misma, esta está tranquila.
Luego del hostigamiento verbal y físico que sufrió inicialmente -le cortaron la luz unas horas y el gobierno de Maduro los acusó de estar haciendo política dentro de la sede argentina, y los llamó «terroristas»- al momento no los han mencionado.
La sede tiene un muro de alrededor de cinco metros de altura, se encuentra frente a un barranco y a un gran jardín. Hacia la derecha tiene, a unos cien metros, un puesto policial y otro a la izquierda, a unos 400 metros. Como es vecina de la residencia del embajador ruso ante Venezuela, la zona tiene más seguridad de lo normal aunque no es para la sede argentina, a quien no le asignan seguridad especial como a otras embajadas. Tiene además un cerco electrificado y es una casa grande. Los seis asilados reciben de vez en cuando a sus familiares a los que no ven seguido desde hace más de cuatro meses.